jueves, 29 de octubre de 2015

Ramiro Ledesma Ramos, ¡PRESENTE!


Ramiro Ledesma Ramos

Alfaraz de Sayago, 23 de mayo de 1905 - Aravaca, 29 de octubre de 1936

domingo, 27 de septiembre de 2015

Cataluña en el camino de la insurrección. Nuestra actitud.

Ante la inminencia de la celebración de elecciones autonómicas en Cataluña hoy día 27 de septiembre de 2015, las cuales algunos majaderos quieren convertir en un plebiscito por el cuál una victoria de las "fuerzas independentistas" llevará a la proclamación unilateral de la independencia de dicha región de España -como si tal mamarrachada les fuese a servir de algo-, quiero transcribir aquí un artículo publicado en la revista JONS -órgano teórico del partido del mismo nombre fundado por Ramiro Ledesma Ramos- allá por el mes de agosto de 1934.
La transcripción de dicho texto no es casual o algo que se me haya antojado en algún tipo de delirio transitorio, nada más lejos de la realidad. El artículo lo leí hace ya bastantes años, y durante estos últimos días con el ir y venir de las palabras independencia y separatismo por doquier, se ha dejado caer dicho escrito por mi memoria, que como podréis comprobar si tenéis a bien leerlo, tiene plena vigencia hoy en día a falta de permutar algunos nombres propios que aparecían en escena durante la II República Española, por los nombres de los adalides de la secesión de la época actual.
Lo dicho, parece que fue escrito ayer. Sin enrollarme más, ahí os lo dejo:


Cataluña en el camino de la insurrección. Nuestra actitud.
Revista JONS, nº 11 | Agosto de 1934


El rostro del problema catalán

Ni ahora ni nunca ha sido el problema catalán confuso ni difícil. La dificultad y la confusión han radicado en las actitudes políticas enclenques desde las que se hacían los juicios.

En Cataluña ocurre y acontece sencillamente esto: unos núcleos más o menos numerosos de catalanes se insolidarizan del destino histórico de España y agrupan sus afanes en torno a un posible destino peculiar y propio de Cataluña. Todos los grupos que funcionan en Cataluña bajo el signo de la autonomía, desde los más radicales e intransigentes hasta los de más moderada tendencia autonomista, aparecen englobados y aludidos en esa misma frase. Les informa el mismo origen de insolidaridad. Plantean su problema no desde el punto de vista de una mayor eficacia y de una mayor grandeza española, del Estado español, sino desde el ángulo propio y reducido de Cataluña, como algo que se le plantea y presenta a España desde fuera.


La actitud y la réplica de los españoles

Bien sencillo sería para nosotros indicar la réplica que hubiésemos dado -y desde luego daremos- a ese problema que planteaban los núcleos autonomistas de Cataluña. Pero nos interesa aquí señalar antes las que otros dieron, las que han triunfado en la opinión española durante los últimos años, con anterioridad a la presencia política de la Falange de las JONS.

Apareció en España una tendencia favorable a las pretensiones autonomistas, y ahí está su triunfo en la Constitución de la República y en el Estatuto de Cataluña. Y hubo en lucha con ésa, otra diferente, unitaria, la popularizada en torno a Royo y al «ABC», que representan el unitarismo o centralismo liberal del siglo XIX.

Las consecuencias de la primera están visibles. Son el Estatuto triste y la rebeldía que ahora se inicia. Las de la segunda pueden alcanzar una gravedad aún mayor. Pues se adopta por los sectores menos combativos, que tienen de la política y de la vida nacional un sentido de paz, de respeto y de tolerancia liberal y democrática. Así acontece que su patriotismo unitario se convierte con facilidad en una cobarde y traidora resignación a que esos grupos autonomistas de tendencia disgregadora se alcen con su región y se declaren independientes. Nada harían en ese caso, sino resignarse. Es más, lo piden y solicitan como solución preferente a la del Estatuto. Es la actitud, repetimos que cobarde y traidora, de los que piden «fronteras, fronteras» y casi la del «ABC» en sus titulares famosas: «O hermanos o extranjeros».

¡Absurdo! Monstruoso. ¿Qué doctrina es ésa? Es sencillamente la misma de los separatistas: la del derecho a la autodeterminación de los pueblos.

Aquella opción y aquel dilema son cosa intolerable e imposible. Cataluña es un trozo de España y el derecho a disponer del destino de Cataluña corresponde a los españoles todos. No puede ser suavizada y recortada una afirmación tan justa y evidente como ésa.

La disgregación de la Patria, la pérdida de su unidad, es, pues, algo que no tiene sentido sino como producto de una derrota.


El conflicto originado por la Ley de Cultivos

Naturalmente que lo que nos interesa ahora en esta página es enfrentarnos con la realidad más perentoria que se ofrece hoy a los españoles desde Cataluña.

El origen concreto del conflicto ha sido rebasado por los hechos posteriores y apenas tiene hoy interés alguno. No nos importa nada o muy poco el forcejeo en torno a si Cataluña puede o no legislar sobre esto y aquello. La realidad destacable e ineludible es ahora ésta: el episodio de la Ley de Cultivos. La polémica acerca de si corresponde o no a Cataluña hacer una ley así ha puesto al desnudo la tendencia hacia la rebeldía, hacia la insurrección antiespañola que caracteriza a los autonomistas de Cataluña.

Bien sabemos que la coyuntura elegida por Companys y la Generalidad es en algún aspecto favorable a sus designios. El haberla proporcionado es una de las torpezas y responsabilidades del Gobierno Samper. Además, encajan el momento y los propósitos con la movilización revolucionaria marxista en trance de estallido, con la hora de un Gobierno débil, que se encoge ante las decisiones de violencia, y también con una etapa depresiva del pueblo español, sin caudillos eficaces ni orientaciones de gran temple.

Pero es tan notoriamente obligada la intervención durísima, que es muy difícil que no gane el ánimo incluso de los más pacíficos y tolerantes personajes. Y desarmará asimismo los propósitos que mantienen quienes desde fuera de Cataluña desean ayudar de flanco la operación subversiva, traidora, que allí se fragua.


¡Hay que aplastar la rebeldía!

La subversión que tiende a desencadenarse en Cataluña no es de tipo revolucionario. Es decir, no equivale a la lucha porque en España predomine o triunfe esta política o la otra. Allí no es ésa la cuestión, aunque deseen presentarla así los grupos y partidos que operan hoy en España sin rubor ni vergüenza, de acuerdo con el separatismo catalán. Si allí hay algo que reprimir, no es una subversión revolucionaria contra el Estado, sino cosas todavía más graves: allí hay que reprimir una acción contra España, ni más ni menos que acontecería en una guerra con enemigo extranjero.

Se ventila no una guerra civil, que en ésta, al fin y a la postre, se pugna por apoderarse del timón de la Patria, sino algo peor, que no suele sobrevenir ni aun como consecuencia de desastres guerreros con potencias enemigas: la pérdida de territorio nacional.

En esas condiciones, surgida en Cataluña la declaración separatista, y a eso equivale la burla permanente de Companys y sus ministros hacia el Gobierno español y hacia las leyes españolas, el deber ineludible no puede ser otro que el de aplastar radicalmente la rebeldía.


La patria de los catalanes insolidarios

Toda la propaganda que se hace en Cataluña tiene lugar bajo un signo patriótico, de una patria catalana, claro es. El tono y los fervores con que revisten sus sueños políticos son de un nacionalismo absoluto. Ese es uno de los aspectos que denuncian la imposible conciliación en un plano de armonía con el destino común de España. No hay ni puede haber dos Patrias.

El vocabulario de los agitadores autonomistas y las frases y las imprecaciones con que exaltan o combaten a las gentes están informadas por una fe nacional catalana, por el hecho de reconocer a Cataluña como una Patria. Ahí está un reciente ejemplo de ello: hace breves días, el periódico órgano de Companys, en trance de calificar durísimamente a Cambó, como máximo insulto lo llamaba, quizá con justeza, «hombre sin Patria». He ahí, pues, unos hombres de izquierda, unos correligionarios en su actitud política, de estos otros que también como izquierdas actúan en la política española desligados y desprendidos de toda emoción nacional y de toda invocación profunda a la Patria española: los Azaña, Domingo, Prieto, etc. ¿Se concibe a esta sarta de traidores conceder a esa frase de «hombre sin Patria» categoría imprecatoria contra alguien?


Los auxilios a la rebeldía

Este último detalle descubre el carácter monstruosamente absurdo de que los hombres que dirigen lo que se llama grupos de izquierda amparen y protejan la insolidaridad catalana. Pero si tan cerca están de ellos, si tan identificados se muestran con ellos, ¿cómo no perciben que allí hay aliento patriótico catalán, que alimentan y sostienen unos sentimientos y una emoción política que luego, en el ancho campo nacional de España, aplicada a la majestuosa realidad de la Patria española, niegan y persiguen con furor? ¿Qué traidores impulsos operan en esa política?

Ahí ofrece la actualidad, en efecto, el espectáculo de que reciba Companys por parte de esos grupos alientos para proseguir su rebeldía. Azaña, en su discurso ¡a las juventudes! de su partido, declaró su identificación absoluta con la actitud rebelde, con la actitud separatista. Y Prieto, líder obrero (¡!), socialista, declaró con solemnidad en el Parlamento que las masas del socialismo apoyarían de un modo activo, revolucionario, la subversión de Companys. ¡Magnífico! Ahí está la farsantería adiposa de este indignante Prieto, comprometiendo la sangre obrera de España en un litigio de los «patriotas» catalanes. Ni una sola organización obrera de Cataluña ha hecho llegar a Companys una adhesión y un ofrecimiento de esa índole. Los obreros catalanes, que conocen de cerca el perfil del pleito, están justamente al margen de las pretensiones «burguesas» de los separatistas y hasta de las ventajas económicas a los arrendatarios ricos, que son entre los «rabassaires», dicho sea de paso, los más favorecidos en la famosa ley.


La incapacidad de las derechas

La ineptitud y la debilidad con que el Gobierno Samper ha hecho frente al conflicto son bien conocidas. No tanto la de los grupos derechistas comanditarios del radicalismo lerrouxista. Es nuestro deber denunciarla a los españoles. Las derechas, y nos referimos a Gil Robles y su CEDA, pues el grupo monárquico ha de estar necesariamente desplazado de las influencias decisivas, carecen de la densidad nacional que se requiere para enfrentarse con firmeza con problemas como el que plantea la rebeldía autonomista. No es Gil Robles más nacional que Azaña y por eso, si se ve obligado a exigir del Gobierno una cierta energía, se basa no en que se muestre disconforme con la realidad autonómica, sino porque, según el juego político de los partidos, sus intereses son opuestos a los de la Esquerra. En cambio, se entiende y se entenderá siempre bien con Cambó y su grupo, tan desligados de la ruta española como Companys, si no más.

A nadie puede extrañarle cuanto decimos acerca de estas características de la CEDA. Se construyó este bloque derechista y organizó Gil Robles su triunfo electoral sin la menor apelación a este gran problema de la unidad española en peligro. No invocó para nada, como una necesidad y un compromiso, el conseguir y conquistar la unidad de España.

A eso han llegado los representantes políticos de la mayoría de los católicos españoles: a no ser siquiera una garantía contra las fuerzas que laboran por la disgregación de España. Y eso, después de dos siglos en que han venido diciendo y repitiendo que España debe al catolicismo todo cuanto es y ha sido en la Historia, desde su unidad hasta su imperio y su cultura. Pues ahí están ahora esos currinches parlamentarios de Gil Robles, todos católicos, abandonando en manos del Gobierno Samper la solución del conflicto después de que éste ha dado durante veinticinco días el espectáculo de su encogimiento y debilidad.


Solución única: la nuestra

La unidad de España no puede ser mantenida, sostenida e impuesta sino por aquellos españoles, sean de izquierda, de derecha o de centro, que tienen de España la conciencia de que es una Patria y de que su destino histórico es el mismo que el que esa Patria alcance y tenga. Parece absurdo que esté encomendada la defensa de su unidad a gentes y grupos cuya fe en una robusta existencia nacional es sumamente precaria y a las que no alimenta sin duda en sus avatares políticos otras motivaciones que unos modestos deseos de que España siga rodando por la Historia lo mejor que pueda, unas pasioncejas personales y algún que otro frívolo sedimento de vanidad parlamentaria.

Por fortuna, surgen los incidentes como este de la Ley de Cultivos, porque la realidad es inocultable y asoma su rostro. Van transcurridos veinticinco días y todavía no están del todo enterados el Gobierno y sus apoyos en las Cortes de la verdadera categoría del problema. Semanas de fórmulas, juridicidad e ignorancia del deber que trae consigo el hecho de gobernar a España.

La utilización de la violencia para machacar la rebeldía no es ya una de las posibles soluciones: es la única solución de que dispone el Gobierno. Y ante eso no cabe vacilar. O la aplica o dimite, reconociéndolo así y dejando a otros la tarea de efectuarla.

Pues en este caso concreto a que ha dado origen la Ley de Cultivos, como en todo cuanto se relacione con las pretensiones autonomistas, hay un factor imprescindible, y es el de la autoridad de España. Siempre que esta autoridad sea auténticamente nacional, es decir, que emane de un régimen justo y fuerte y no se proyecte de un modo mostrenco sobre Cataluña, sino de un modo español, allí no hay ni puede haber problema.

Someter a Cataluña a una autoridad española no es tiranizar a Cataluña. Bien sabemos la falsedad y artificio de casi toda la base histórica y teórica sobre que se apoya la insolidaridad de los grupos rebeldes. Pero el pueblo de Cataluña, un gran sector de él por lo menos, está totalmente incontaminado y se sabe tan español como el que más.


Lo único y lo ultimo

Bordea los linderos de la traición o de la imbecilidad abrir en la Historia de España un proceso de disgregación. Después de cuatro siglos de unidad y de ser España la primera unidad nacional de la Edad Moderna. Y, no se olvide, después de varias insurrecciones catalanas vencidas, lo que prueba, si prueba algo en relación con el problema de hoy, que siempre se manifestaron allí grupos de fácil disposición a volverse de espaldas al destino español. Y si en nuestra época esos grupos se ensancharon y crecieron, ello no implica reconocerlo como legítimos, sino, al contrario, implica centuplicar el esfuerzo que pueda necesitarse para su derrota.
La unidad de España es lo único y lo último que nos queda como asidero para reconstruir a España como gran Nación. No es posible abandonar ese asidero último. Antes cualquier catástrofe, porque siempre será de grado inferior a ella.


Esta actitud nuestra no equivale ni mucho menos al centralismo tradicional. Admitimos y pediremos probablemente una serie de reformas que den al Estado español agilidad y eficacia robusta. Pero -y ésa es nuestra palabra- todo ha de hacerse en nombre de una eficacia del Estado, no para satisfacer rencores ni aspiraciones morbosas contra el Estado español. Pero de todo esto hay muy poco que hablar ahora.

En este momento sólo una consigna es lícita y el Gobierno Samper o quien sea puede disponer de nosotros para que tenga efectividad. La consigna es ésta: hay que aplastar la rebeldía.

sábado, 26 de septiembre de 2015

Delenda est independencia

Constitución Española

Artículo 2

La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas.

Artículo 8.1

Las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional.

Artículo 155

1. Si una Comunidad Autónoma no cumpliere las obligaciones que la Constitución u otras leyes le impongan, o actuare de forma que atente gravemente al interés general de España, el Gobierno, previo requerimiento al Presidente de la Comunidad Autónoma y, en el caso de no ser atendido, con la aprobación por mayoría absoluta del Senado, podrá adoptar las medidas necesarias para obligar a aquélla al cumplimiento forzoso de dichas obligaciones o para la protección del mencionado interés general.

2. Para la ejecución de las medidas previstas en el apartado anterior, el Gobierno podrá dar instrucciones a todas las autoridades de las Comunidades Autónomas.


Código Penal

Artículo 545

1. Los que hubieren inducido, sostenido o dirigido la sedición o aparecieren en ella como sus principales autores, serán castigados con la pena de prisión de ocho a diez años, y con la de diez a quince años, si fueran personas constituidas en autoridad. En ambos casos se impondrá, además, la inhabilitación absoluta por el mismo tiempo.

2. Fuera de estos casos, se impondrá la pena de cuatro a ocho años de prisión, y la de inhabilitación especial para empleo o cargo público por tiempo de cuatro a ocho años.

sábado, 23 de mayo de 2015

¡Votad, malditos!


jueves, 23 de abril de 2015

Feliz día del libro


jueves, 15 de enero de 2015

Libros #78: Yo fui a EGB 1 y 2

Desde hace un tiempo soy fiel seguidor del blog Yo fui a EGB, puesto en marcha hace unos años ya por por Javier Ikaz y Jorge Díaz, y el cuál desde su inauguración ha sido objeto de numerosos premios, entre otros, los prestigiosos Mejor Blog Personal y Mejor Blog del Público en los Premios Bitácoras. Ante el aluvión de visitas al blog, el número siempre en constante crecimiento de sus seguidores en Facebook y Twitter y algún que otro seguidor que machaconamente les repetía por activa y por pasiva que le dieran forma en papel a eso que se estaba convirtiendo en un fenómeno de masas, apareció en el año 2013 el primer libro de Yo fui a EGB y en el recién finiquitado 2014, el segundo.

Este ha sido mi regalo de Reyes en estas pasadas Navidades: los dos ejemplares publicados hasta la fecha (espero que la saga continúe...) en formato papel y muy bien terminados con algunos de los contenidos (y otros inéditos) que semana tras semana van publicando Javier y Jorge en mi tan seguido blog Yo fui a EGB.


Quizá sería interesante hacer un poco de historia para todos aquéllos que no sepan qué demonios son esas tres siglas. Bien, E.G.B significa Educación General Básica y según la Ley General de Educación de 1970, consistía en 8 cursos de escolarización obligatoria divididos en dos etapas:

Primera etapa: 1º, 2º, 3º, 4º y 5º de E.G.B.
Segunda etapa: 6º, 7º y 8º de E.G.B.

Posteriormente, la reforma curricular parcial de 1980 - 1982 dividió la primera etapa en dos ciclos diferenciados, pasando la E.G.B. a dividirse en tres ciclos:

Ciclo inicial: 1º y 2º de E.G.B.
Ciclo medio: 3º, 4º y 5º de E.G.B.
Ciclo superior: 6º, 7º y 8º de E.G.B.

Posteriormente, este sistema educativo fue derogado y sustituido progresivamente por el de la LOGSE de 1990. Un error esto último más que garrafal desde mi humilde punto de vista y cuyas consecuencias llevamos tiempo viendo en los jóvenes de este país que lo han tenido que sufrir la LOGSE.

Ahora bien,teniendo en cuenta lo anterior, podemos considerar la E.G.B. en el contexto de estos dos libros, no tanto como el sistema educativo propiamente dicho, si no más bien como toda una generación que creció y se educó en el periodo que abarca más o menos desde mediados de los años 70, hasta bien entrados los 90 del pasado siglo. Es importante contextualizarlo de esta manera para comprender a quiénes y porqué nos gustan tanto este par de libros.

Ya os vais haciendo una idea de qué encontraremos en los libros ¿verdad?. No obstante, os haré un breve resumen, en forma de lista de lo encontraréis si os animáis a abrir sus páginas:

- Qué desayunábamos, almorzábamos, merendábamos y cenábamos los pequeños y jóvenes de aquélla generación.

- La ropa y complementos que los niños y niñas (y no tan niños y niñas) usábamos durante aquéllos maravillosos años.

- Juegos típicos a los que jugábamos en el patio de colegio, canchas de juego de lo más variopintas o simplemente la acera de nuestra calle

- Qué podíamos encontrar en cualquier casa (la nuestra o la de nuestros abuelos en el pueblo) de aquélla época.

- Series, dibujos animados y programas de televisión que se emitían por los dos únicos canales que existían en los años 70 y 80.

- Un viaje más que realista a las tiendas de barrio y primeras grandes superficies (Pryca, Continente) que empezaban a poblar los extrarradios de las ciudades
.
- Qué no podía faltar en cualquier viaje a la playa que hacíamos con nuestros padres.

- Las chucherías y juguetes de quiosco que comíamos y a los que jugábamos cuando el presupuesto no nos daba para juguetes de más enjundia.

- Material escolar y diversidades varias que todos los que crecimos en aquél tiempo hemos tenido y/o usado alguna vez.

- Un largo etcétera.

Interesante ¿a que sí?, pues esto es solo una pequeña pincelada de lo que vamos a encontrar en las más de 500 páginas que en total suman ambos libros. Páginas cargadas de fotografías, ilustraciones y dibujos que nos retrotraerán a nuestra más tierna infancia y a aquélla añorada juventud.
Todo perfectamente seleccionado, editado, maquetado y encuadernado; una auténtica joya que he de reconocer me ha emocionado, y mira que pocos libros me emocionan.

¿A qué esperas para volver a E.G.B?, ¡hazte con los ejemplares y disfruta!

domingo, 11 de enero de 2015

Miseria moral de Occidente

Transcribo un más que interesante artículo del Doctor en Derecho Constitucional y profesor universitario Luis Zapater Espí, aparecido en el portal de Democracia Nacional el pasado día 9 de enero de este año en curso.

En dicho artículo vamos a encontrar un análisis más que acertado de un pasado no tan lejano que ayudará a entender el siniestro presente, y a hacernos una idea de lo que nos deparará el futuro más inmediato en lo que a terrorismo, y lo que el autor denomina -que se suma a otros muchos que también denominan así a lo que está acaeciendo en todo el mundo- Tercera Guerra Mundial se refiere.

Espero que suscite en vosotros el mismo interés que ha suscitado en mí, y que nos ayude a todos a reflexionar con un poco más de profundidad y conocimiento de causa sobre el qué, cómo, cuándo, dónde y porqué de lo que está ocurriendo hoy en el corazón de Europa.


Miseria moral de Occidente
Luis Zapater Espí | www.democracianacional.org | 9 de enero de 2014


Hace tan solo una semana, la noche del sábado 3 de enero, TV2 obsequió a los ojos de los televidentes con un programa documental sobre “los Locos Años 20”, en el que aparecían imágenes inéditamente a color de aquella década loca que fue un fugaz suspiro de paz entre las dos guerras mundiales. Lo que realmente importaba del documental eran las imágenes, porque el locutor relataba lo acontecido en aquella época de manera sutilmente manipuladora, evidenciando su servidumbre a los dueños reales del poder del mundo Occidental que todos conocemos, y que dirigen directa o indirectamente a todas las grandes cadenas y medios de comunicación. La exhibición de dicho programa me viene como anillo al dedo para comentar cómo se han gestado en Europa las causas que han facilitado la previsible explosión terrorista que hemos padecido esta semana en Francia.

Hay un antes y un después en el Occidente europeo a partir de aquellos locos años 20. Convulsionadas por el terrible recuerdo de una guerra infernal, los supervivientes a la contienda y, sobre todo, aquellos que prosperaron haciendo grandes negocios durante la misma, trataron de vivir el momento de la mejor manera posible y entre ellos destacó una minoría privilegiada de hombres de negocios, artistas, banqueros y aristócratas que vivieron en una permanente y desenfrenada orgía, tratando de romper con todos los tabúes que existían en la sociedad tradicional. Mientras millones de sus compatriotas en Francia, Alemania o Gran Bretaña buscaban entre basuras raciones de alimento o quemaban paquetes de billetes que no valían ni el papel en el que estaban impresos, los privilegiados disfrutaban de fiestas salvajes en las que no bastaba la cama redonda con bellas actrices, sino que probaban satisfacer sus perversiones también con jovencitos mientras consumían cocaína, que era introducida por vez primera a gran escala en Europa para la satisfacción de un mercado tan selecto. Jóvenes actrices y cabareteras, dejando pisotear su dignidad, desfilaban completamente desnudas aupadas a hombros por unos caballeros que las introducían en grandes salones donde otros menos decorosos las pellizcaban y palpaban hasta que eran descabalgadas. Al amanecer grandes salones aparecían repletos de botellas de vinos, licores y champagne vacías, con sillas y mesas patas arriba. El epicentro de toda esta loca y nocturnal orgía era París, que se convirtió en la Babilonia de la Europa del primer tercio del siglo XX. Allí tuvo también sus comienzos el cine porno con clientes tan selectos como el Rey Alfonso XIII de España, que era provisto de las películas por el Conde de Romanones.

Según el locutor de la TV2, aquellos artistas, empresarios y aristócratas representaban una Europa donde la gente solo quería divertirse, (la Europa de las libertades), de las jóvenes vanguardias artísticas en las que se ponía en solfa todo, y que ridiculizaban libremente a la Iglesia, al Ejército y a todo lo que tuviera que ver con el patriotismo o el nacionalismo. Frente a estos “adalides de la libertad” existía una poderosa minoría organizada y peligrosa, intolerante, representada por los camisas negras en Italia, los camisas pardas en Alemania o L,Action Française en Francia, prestos a exhibir la porra o el bastón para acallar el sacrosanto derecho a la “libertad de expresión y de creación artística”.

Fue precisamente a partir de ese pudridero en el que se convirtió Paris en los años 20 cuando se generalizó en el mundo de la “Cultura” (léase en la izquierda), la voluntad satírica de ridiculizar y no dejar ningún símbolo de la sociedad tradicional impoluto: Se burlaban ya no solo del clero (promiscuo en sus viñetas y películas pornográficas), sino incluso de Dios, la Virgen y los Santos, y por supuesto de todos los héroes de la patria, desde Juana de Arco hasta los caídos en el periodo 1914-1918.

Estas nuevas vanguardias (cubismo, dadaísmo y otros gilipollismos), contribuyeron a la creación de un arte demente y decadente, pero que contó con el respaldo de grandes poderes económicos con el fin político deliberado de que minaran los cánones de belleza clásicos que todavía existían en la Europa del momento. A los detentadores del sentido del humor que el sistema permite se les rieron las gracias mientras se burlaban de los dogmas de un cristianismo en retroceso y decadencia, por el cual los cristianos de Europa ya ni mueren ni matan, minado desde dentro por papas contrarios a la tradición católica como Juan XXIII o Pablo VI, y favorecidos por una democracia cristiana cada vez más demócrata y menos cristiana; pero llegó un día en que se les ocurrió burlarse del Islam, y entraron en un terreno peligroso.

La aparición hace unos años de viñetas satíricas sobre Mahoma nace de un desconocimiento terrible, de una ignorancia supina sobre la realidad del Islam como religión, o bien de una irresponsabilidad suicida. Es el equivalente a arrojar una colilla encendida en una estación de servicio. Primeramente porque en el Islam se prohíben las representaciones humanas, sobre todo la del fundador de la religión, y en segundo lugar por el ataque que sienten todos los musulmanes en general (y no solo los radicales) por la ridiculización de su venerado profeta. Los occidentales acostumbramos a valorar las cosas a partir de nuestra estrecha visión de la realidad de mundo y de nuestros prejuicios. Vivimos para vivir, como sea y a cualquier precio, sin saber que aun existen civilizaciones en las que se concibe al hombre como “ser para la muerte” como diría Heidegger. Y esto supone de partida una grave desventaja para los europeos en la previsible tercera guerra mundial que ya comienza entre mundo occidental y mundo islámico, empujada y favorecida por el Estado de Israel y sus títeres occidentales.

La perversión de costumbres en Europa, extendida desde las clases altas hacia las más bajas (dicha extensión ha sido la principal e imperdonable política social de la izquierda), que acabó con la religiosidad y el patriotismo europeo (porque como dijo Jean Marie Le Pen solo hay dos tipos de políticos: Los que aún creen en la Patria y los que no, que son mayoría), en conjunción con el servilismo de la política interior y exterior de los gobiernos europeos a los intereses de las grandes finanzas, de Estados Unidos y de Israel, nos han llevado al desastre y a los prolegómenos de una Tercera Guerra Mundial que será racial y religiosa.

¿En verdad puede ser alguien tan irresponsable como para no prever que la llegada descontrolada y masiva de millones de inmigrantes islámicos no podía permitir la creación en su seno de una minoría radical confundida en el anonimato con el resto de su comunidad? ¿Puede alguien con un mínimo de sentido común no prever que la política descaradamente pro sionista de los gobiernos occidentales respecto a los conflictos con el mundo árabe (en particular los genocidios cometidos contra los pueblos palestino e iraquí) no nos podría pasar factura? De la misma manera, ¿No era previsible que el apoyo descarado a los terroristas de las llamadas primaveras árabes podía suponer la creación de un criadero de cuervos que se volvería contra nosotros sacándonos los ojos a los europeos?

No puedo creer que la idiocia estratégica de los políticos occidentales llegara a tanto, porque la política te enseña a ser desconfiado; más bien creo que todos estos políticos (Blair, Chirac, Zapatero, Sarkozy, Hollande, Merkel, Rajoy, etc.) han actuado al servicio de intereses mundialistas a sabiendas de todos estos riesgos porque realmente la prosperidad y seguridad de sus pueblos respectivos les importan un bledo, y porque el éxito de sus carreras como políticos depende del grado de sumisión y pleitesía que rindan a los amos del mundo que bien conocemos los que militamos en este partido.

Hoy todas las gallinas que cacarean por la sacrosanta “libertad de expresión” que se nos niega a los patriotas se preocupan sobre todo de la repercusión que estos atentados terroristas tengan sobre la creciente “islamofobia”, hecho preocupante cuya realidad nadie puede negar, pero más preocupante que el auge de la islamofobia es el suicidio progresivo que representa la endofobia, y que han promovido durante décadas medios de comunicación afines a aquél que ha sido salvajemente atacado. Al fin y al cabo, el “odio al otro” se puede curar conociéndolo, pero el odio a uno mismo es una enfermedad incurable porque no nace de la desinformación o de prejuicios superables con el tiempo, sino de una patología mental de auto-rechazo y autojustificación perpetua a la que es muy propensa una parte importante de la sociedad española, en particular aquélla que pertenece a la izquierda o al separatismo.

¿Estaría dispuesto alguien a dar su vida por la abstracta y relativa “libertad de expresión” que afirman los políticos del sistema que gozamos en las sociedades de Occidente? No conozco a ningún militar español que estuviera dispuesto a ello, y supongo otro tanto pasará con los militares franceses. En cambio, todavía hay decenas de miles de militares europeos dispuestos a dar su vida por su Patria, realidad orgánica, biológica y tangible que incluye el territorio de su Nación, sus conciudadanos, sus familiares y amigos, su casa y todo el patrimonio histórico de su pueblo.

A los voceros del sistema que con sus mass-media nos bombardean todos los días con sus lamentaciones plañideras sobre la amenazada libertad de expresión yo les diría que el día en que uno de estos desgraciados puedan llevar bombas atómicas portátiles con las que destruir o al menos contaminar media capital de un Estado se acabará vuestra puta falsa religión (la de los “derechos humanos” que son solo para la minoría privilegiada), y de rebote vuestra falsa puta democracia de partidos, porque como dice el penalista alemán Günther Jakobs, será “o él o nosotros”, y los vetustos códigos procesales ultra-garantistas ya no servirán ni para calentarnos en el invierno más crudo del barbudo desierto yihadista, triste realidad que contrastará con la falacia de las “primaveras árabes” promovidas por un Occidente decadente, irresponsable y suicida.

sábado, 3 de enero de 2015

#OrgulloCNP