Como dije en mi artículo anterior, conocí a Leopoldo Abadía a través de un audio en MP3 que me descargué, donde éste daba una conferencia sobre el "embolado" en el que se había metido el mundo tras la gran catástrofe financiera acaecida en Estados Unidos, allá por los años 2007 y 2008, por culpa de su mano ancha para dar a diestro y siniestro hipotecas a todo hijo de vecino que se acercara a una entidad bancaria, de ahí apareció el término "ninja" con el que Leopoldo y algún que otro economista y periodista se ha referido a todos aquéllos individuos que sin ninguna posesión, sin ingresos fijos y menos aún con un trabajo estable eran "premiados" por los bancos con suculentos créditos hipotecarios para que no solo compraran su casa, si no que le hicieran una buena reforma, se compraran un coche y con lo que les sobrara, se fuesen de vacaciones con toda la familia.
Bien, no voy a perder más el tiempo en referencias a estas cosas ya que para eso escribí el otro día la crítica a su primer libro, donde se nos expone de manera clara y con buen sentido del humor todo esto que acabo de referir, así que directamente a lo que voy, a "La hora de los sensatos".
Bien, se podría considerar éste breve libro (se lee en un par de horas) como la continuación del anterior, sin embargo no es condición necesaria la lectura de "La crisis ninja y otros misterios de la economía actual" para coger rápidamente el argumento de éste que hoy comento ya que aunque todo gira en torno a una misma órbita, los enfoques de sendos libros son completamente distintos, aunque el hilo conductor sea la maldita crisis en la cual aún estamos imbuidos y ni dios sabe cuándo vamos a salir de ella.
En "La hora de los sensatos", Leopoldo, con el mismísimo estilo que en su primera obra, intenta dar soluciones a la actual situación económica desde su propia óptica, me explico. En el libro relata lo que él (junto a un ficticio equipo de colaboradores que se inventa) haría para paliar la grave situación por la que atravesamos dando respuestas a los graves problemas de solvencia económica que tiene España. Por tanto, partimos de la base de que es un libro completamente subjetivo, no es un libro científico donde se explaye en argumentos financieros, matemáticos ni econométricos para justificar sus propuestas, si no más bien, es un libro donde el autor aplica su "sentido común" y sus pocas o muchas ideas sobre economía para salir de la crisis.
No me han gustado sus argumentos, lo primero porque son completamente ficticios, haciendo una comparación que roza lo absurdo entre una economía doméstica, y una economía de Estado, pero no solo en lo que a economía se refiere intenta dar soluciones (ridículas como digo), si no que también quiere impartir doctrina en educación, seguridad ciudadana, lucha antiterrorista, y hasta en el escabroso tema del aborto se inmiscuye... este Leopoldo es un todoterreno. He de decir que los argumentos que da habrán hecho las delicias de todos los "neocon" de España, ya que rezuma olor a derechona liberaloide que da casi angustia, que si el Estado debe gastar justo lo que entra, empresa, empresa, empresa, recortes, recortes y más recortes, vamos, que las propuestas son de manual de escuela liberal del siglo XIX, nada nuevo bajo el sol. Y por supuesto que sigo viendo demasiado miramiento hacia su ombligo, y para muestro un botón, ¿quién le pondría de título a su libro "La hora de los sensatos" refiriéndose a él mismo?, yo quiero pensar que esto es una artimaña de la editorial, porque si no, la cosa está peor de lo que yo pensaba.
Bueno, agradecer a la Biblioteca de Fuencarral su amplio fondo bibliográfico, ya que menos mal que no me he tenido que gastar ni un euro en estos dos últimos libros sobre los que acabo de escribir. ¿Que si lo recomiendo?, pss, para pasar un par de horas entretenidas no está mal, hay que reconocerle el sentido del humor y lo fácil que se lo pone al lector con algunos conceptos que podrían ser complicados, pero vamos, que de soluciones a la crisis nada de nada, al menos, desde mi punto de vista, pero claro, lo mío también es completamente subjetivo, así que allá cada cual con sus conclusiones.
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