20 de noviembre del año 1975, a las 5:25 en versión oficial, el encefalograma que muestreaba el pequeño hilo de vida que le queda a Franco emitió una línea plana. Era el final, ansiado por unos y fatídico para otros. Francisco Franco Bahamonde, General de los Ejércitos y Caudillo de España, el que había regido los designios de España durante casi cuarenta años, tras vencer a sangre y fuego en una cruenta guerra que dividió a España en dos bandos, se unió treinta y nueve años después, muerto el mismo día y prácticamente a la misma hora, a José Antonio Primo de Rivera.
Este año el aniversario de la muerte del dictador viene marcado por la "investigación" que se ha sacado de la manga ese juez iluminado que tiene por nombre el mismo que cierto rey negro que según cuenta la leyenda ofreció mirra a Jesús de Nazaret en el pesebre donde éste vino al mundo. Sí, efectivamente, hablo de la causa abierta para juzgar y condenar a todos aquéllos responsables de los supuestos crímenes contra la humanidad que se llevaron a cabo durante la Guerra Civil, así como en la dictadura Franquista. Ni que decir tiene que la causa está abierta sólo contra uno de los bandos, el Nacional en este caso, ya que parece ser que este eufemismo de "memoria histórica" tiene ciertas lagunas de precisamente eso, memoria, en lo que a Paracuellos, Aravaca y demás lugares donde fueron vilmente asesinados cientos de personas de cuyo nombre no quieren acordarse se refiere.
Aunque parece ser que Garzón, tras certificar la muerte de Franco, "entierra" su causa sobre la memoria histórica tras declararse incompetente en dicho asunto y reconocer que no es a la Audiencia Nacional a quien corresponde investigar, juzgar y condenar dichos hechos. Aquí debo hacer otro inciso y no es otro que preguntarme si realmente Garzón tenía alguna duda de la muerte del General. No me puedo creer que treinta y tres años después de ver a Carlos Arias Navarro, con cara de circunstancia y sin poder evitar las lágrimas, se dirigiera a todos los españoles con su archiconocida frase "Franco ha muerto", después de ver el funeral de Estado que acabó con Franco enterrado en el Valle de los Caídos y con una lápida de mil quinientos kilos sobre su tumba, la coronación de Juan Carlos I como Rey de España, la llegada de la democracia, la ley de amnistía y la legalización de todos los partidos políticos, las celebraciones anuales en la abadía antes citada de nostálgicos y seguidores tanto de Franco como de José Antonio y así podría continuar hasta la extenuación, haya alguien que todavía tenga la más mínima duda de que Franco está muerto.
Pues sí señores, hasta que el magistrado no ha visto el acta de defunción que figura en el registro civil de Fuencarral, libro 004649, página 151, con número 2.792 no se ha quedado tranquilo. Para él cabía la posibilidad de que Franco volviese a cabalgar en su caballo sobre las tierras de España, aunque supongo que le habrá tranquilizado el hecho de que haya caído en su mano el acta del que hablaba unas líneas más arriba. O posiblemente lo que le hizo ver que Franco realmente estaba muerto y bien enterrado fue la esquela publicada en ABC el día 18 de noviembre firmada por la Fundación Francisco Franco haciendo un llamamiento a acudir a la misa-funeral que se celebrará el día 22 de noviembre en la abadía del Valle de los Caídos, quién sabe, puestos a decir gilipolleces, se me ocurren cientos.
En definitiva, sólo una palabra se me viene a la cabeza cuando pienso en este tema. VERGONZOSO.
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