Aquí estoy de nuevo, poco a poco voy retomando la actividad normal de escritura en el blog tras el tan traído tema de los exámenes, mini-vacaciones del primer cuatrimestre universitario y largas horas dedicadas a la lectura y a la informática.
Hoy voy a escribir, siempre con el fusil de la palabra cargado con munición de gran calibre, sobre mi parecer de la maldita campaña electoral que cada cuatro años tenemos que soportar los españoles cuando de ir a depositar nuestro voto para elegir al títere que durante cuatro años estará en la Moncloa cual chupóptero, viviendo a cuerpo de rey, se trata. Por todos debería ser conocido que el próximo día 9 de marzo los ciudadanos con derecho a voto de este país estamos llamados a las urnas en un alarde de imitar algo parecido a eso que llaman democracia unos y que para otros, entre los que yo me incluyo, no deja de ser una partitocracia pura y dura, con alternancia en el poder de dos grandes partidos que me recuerda a cierta etapa de España en la segunda mitad del siglo XIX (sí, sí, efectivamente, liberales y conservadores, Cánovas y Sagasta y toda aquélla suerte de despropósitos que acabó en la pérdida de Cuba y Filipinas y famosas frases como aquéllas de "Me duele España", etc., etc., etc.).
No es mi intención aquí y ahora definir mi sistema político acorde a los tiempos que vivimos, el cual sería una verdadera democracia representativa, con listas abiertas y que los candidatos se pudiesen presentar independientemente y no bajo las siglas de ningún partido político. En dicho sistema, por supuesto que se acabaría la figura del político de profesión, el cual llega a la política con veintitantos años y se jubila en ella, aunque su papel sea más ridículo que el de Pilar Bardem en el panorama titiretero actual. Casos como Felipe González, Manuel Fraga, Alfonso Guerra y una larga lista de barrigas satisfechas de la calaña de los mencionados anteriormente no tendrían cabida en una verdadera democracia nacional, representativa y gobernada por y para el pueblo, pero en fin, que este no era el tema de hoy.
Sí quiero hacer una alusión explícita a la cantidad de promesas que se hacen en campañas electorales como a la que estamos asistiendo estos días. A los políticos se les llena la boca con buenas palabras, se ponen más anchos que largos y el culo como una coliflor cuando en sus mítines la gente les aclama despavoridos como si estuviesen asistiendo al segundo advenimiento del mesías (si es que algún día hubo uno...), les falta tiempo para atender a los cientos de medios de comunicación que les persiguen a lo largo y ancho del país en sus caravanas propagandísticas, ocupan páginas y páginas de periódicos y minutos y más minutos de televisión y radio. Prometiendo, prometiendo y prometiendo, para una vez sentados en el "trono", olvidarse de sus falsas promesas y contentar a los de siempre, que al fin y al cabo, son los que hacen que la bazofia de la economía liberal-capitalista que nos han insuflado siga adelante haciendo a los ricos cada vez más ricos y al pobre, cómo no, cada vez más pobre.
En días como estos, asistimos a una cantidad ingente de actos, manifestaciones, mítines, comunicados, ruedas de prensa, pegada de carteles y no sabría enumerar cuántas cosas más, con tal de arañar un voto de aquí y otro de allá. Insultos y descafilicaciones de todo tipo son frecuentes en las tertulias televisivas y radiofónicas, los periódicos gastan toneladas de papel en ensalzar a la figura política con la que simpatiza la línea editorial de dicho medio impreso, y todo esto ¿para qué?. Pues efectivamente, para el común de los ciudadanos, para absolutamente nada. La economía depende más de Europa y el Euro que del Ministerio de Economía y al fin y al cabo, lo que le importa a la mayoría de los mortales es el bolsillo. Luego, eso sí, un gobierno puede contentar a ciertos sectores de la población, minoritarios como gays y lesbianas, "artistas" y titiriteros de todo tipo, religiones de aquí y de allá y sectores no tan minoritarios como es el caso de los inmigrantes.
Tema éste de los inmigrantes que ha tomado cierto protagonismo en esta precampaña electoral con la promesa de Rajoy de endurecer las condiciones, exigirles un contrato, adaptarse a las costumbres españolas y no se qué más. No le he prestado mucha atención, la verdad, porque para acabar con el problema que España tiene con la inmigración no creo que ni Rajoy ni Zapatero con su insulso correctismo político podrán solucionar absolutamente nada. ¿Cómo evitar la llegada masiva de inmigrantes que por tierra, mar y aire España lleva sufriendo más de un lustro? Dejo la pregunta en el aire y que cada uno saque sus propias conclusiones, pero creo que la mayor parte de la población estará de acuerdo conmigo en que es un problema y no pequeño el que tenemos con la inmigración. De hecho, las encuestas de diversa índole que pululan por ahí, me dan la razón.
En fin, que todavía nos queda por aguantar carros y carretas (véase rosas y gaviotas) unas cuantas semanas. Espero que no se les haga muy duro y si empiezan a sentir ganas de cagarse en todo lo cagable cuando ven aparecer en cualquier sitio (vallas publicitarias, televisión, prensa, etc.) el rostro de Rajoy, Llamazares, Zapatero, Rosa Díez, etc. sepan que no les pasa solo a ustedes, que cada vez somos más y más los que sentimos dichos síntomas. Quizás sea porque nos empiece a dar auténtico asco la clase política de nuestro país en particular y el sistema democrático actual en general.... pero sólo quizás.
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